El último largometraje de Gorman Bechard dentro del género, y de los años ochenta, fue otra comedieta coescrita con Carmine Capobianco donde intentan entremezclar diversos subgéneros y homenajes a títulos clásicos, sí, otra vez. Así, la cinta comienza con una serie de advertencias sonoras, al más clásico estilo de William Castle. Tenemos el “gore gong”, un gong que nos avisa de las escenas gores, por si queremos apartar la vista de la pantalla, y el “Hooter honk”, dos bocinas que suenan cuando está por aparecer unas escena de desnudos. Pero estos elementos están usados de forma francamente nefasta. A alguien se le debería caer la cara de vergüenza, en serio.
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La segunda mitad de los ochenta se vio salpicada de cine de serie B, o se podría decir Z, proveniente de Estados Unidos. Ya no solo productoras, tipo Empire, Full Moon o Troma, por citar las más famosas, sino decenas de directores, tipo DeCoteau, Olen Ray, Wynorski, o el propio Kaufman que rodaban cintas de comedia gruesa, desnudos, monstruos, gore, explotación, y cualquier cosa con tal de divertirse.
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El tercer largometraje de Gorman Bechard es una comedita de ciencia ficción que, casi con total seguridad, fue el peor de los trabajos del director en los ochenta, y algunos pensaran que ya es decir. Nuevamente Carmine Capobianco coescribe el guión junto a Bechard y protagoniza la cinta junto a Debi Thibeault, aparte de ver al resto de la troupe del director, Frank Stewart, Karen Nielsen, Lisa Schmidt, Ruth Collins, Tony Kruk y demás.
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