Tomas Tang es posiblemente el productor y director con más cara dura de la industria del cine. Los aficionados que le conocen saben de los pastiches que realizaba para distribuir sus películas internacionalmente, y vaya si lo consiguió. Así, cuando fundó la Filmark International a principios de los ochenta, después de abandonar la Asso Asia, comenzó a comprar los derechos de cintas de artes marciales asiáticas de los setenta, en esta ocasión una película tailandesa que no habían tenido repercusión o simplemente distribución, y los mezclaba con metraje nuevo rodado con actores occidentales. Así, teníamos artes marciales y bizarradas mil, con unos “guiones e historias” que eran de lo más psicotrónico que uno podía echarse a la cara.
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