Crítica- Matanza (1984)

“Explotación del cine de casa encantada made in Milligan. Os podéis imaginar”

El regreso de Milligan a la dirección después de Legacy of blood (1978), dejando ya atrás sus joyas trash como The ghastly ones, Guru, the mad monk o la bizarra The rats are coming! The werewolves are here!. Aquí realiza una explotación del fenómeno de las casas encantadas, en esta ocasión se encarga de casi todo y cuenta con un elenco del todo desconocido, posiblemente de su troop del teatro, solo podemos destacar a Judith Mayes que participó en Criaturas asesinas.

Carol y Jonathan Henderson se acaban de mudar a una gran casa en la que nada mas llegar comienzan a producirse fenómenos extraños y apariciones de una novia asesinada tres años atrás, Susan. Carol tratará de investigar lo que sucede pero pronto comenzarán a aparecer personas muertas en la casa, una limpiadora, unos ladrones, hasta amigos de la pareja. Ambos tendrán que hacer frente a estos fantasmas ya que ni la iglesia pudo con ellos, aunque no parece que sea tarea nada sencilla.

Explotación del cine de casa encantada tan de moda en la época, con buenas ideas pero con unas calidades y formas algo flojas hasta para provenir del bueno de Milligan, el cual trata de mantener todas sus características habituales pero que no acaba de conseguir. No tenemos ropas de época, ni sobreactuaciones, ni momentos homosexuales, ni varios detalles típicos del cine de Milligan. Al parecer esta iba a ser su gran esperanza de dar el salto al cine mas distribuido y comercial, de hecho esta cinta gozó de gran distribución internacional.

Lamentablemente no le quedó un trabajo a la altura de sus pasados terrores, eso que las calidades técnicas son similares, es decir flojitas, y hasta la incursión de gore es interesante, aunque haya menos de lo habitual. Lo malo de todo es que no conseguiría mayor distribución ni para sus terrores pasados ni para los que estaban por llegar.

Aunque habiendo menos gore tenemos los pequeños detalles de Milligan. Veremos amputaciones, decapitaciones, hachazos certeros, suicidios o extracción de los intestinos. Todo con las calidades típicas del cine de Milligan, el cual hay que reconocer que resulta bastante cutre, pero a mi me encanta que queréis que os diga. Este cine barato tiene un encanto que se ha perdido con el paso de los años, además de mucha cara dura.

Milligan no se preocupa casi en absoluto de los personajes o de dirigir a los actores, estos deambulan intentando dar una personalidad a sus caracteres, algo que ninguno consigue. Eso que tenemos secuencias realizadas con este fin, secuencias que no tienen nada y solo hinchan el metraje, Milligan no se encontraba en un buen estado de forma, cinematográficamente hablando.

En la parte final tenemos elementos de películas como Poltergeist o hasta El exorcista, la incursión del cura está metida con calzador, eso sí, la muerte del mismo es genial, puro Milligan, aunque sus efectos son algo cutrones. Por ejemplo, en uno de los asesinatos vemos un hacha en primer plano que se mueve, por el fantasma presuponemos, aunque en el plano no vemos todo el mango, así esta salta hasta decapitar a una mujer, así ¡por las buenas¡ Impagables los efectos del bueno de Milligan, jajaja, o el momento de los intestinos, cutre donde los haya pero realmente efectivo, que demonios.

Además, el final es bastante sorprendente, Milligan no gustaba de los Happy end yankes y aquí vuelve a demostrarlo. Viendo este final siempre pensé que si este guión estuviese mas trabajado, al igual que la parte técnica, estaríamos ante un trabajo bastante potable, aunque a mi Milligan, tal cual, siempre me resulta entretenido, cosas de los bajos presupuestos.

El regreso de Milligan después de unos cinco años desaparecido, solo rodó tres cintas posteriormente, todo terrores gore claro está, pero ya perdió algo de su fuerza, además las asociaciones antigays le tenían ya en el punto de mira, algo que descentraba bastante a Milligan, sino quizá tuviesemos mas “grandes joyitas” de uno de los reyes ocultos del cine trash gore de Estados Unidos.

Óscar Arias