“Proto slasher inglés que se entremezcla con el british horror. Flojita y deliciosa”
De la mano del director inglés Jim O’Connolly aparece este proto slasher, o lo que es lo mismo, un slasher adelantado a su época, la fecha del comienzo de este maravilloso subgénero siempre costó definirla, aunque para la gran mayoría, en la que me encuentro, es desde la aparición del “Halloween” de Carpenter en 1978. Y, curiosamente, este trabajo tiene menos fama de la que realmente se merece, porque de entre todos los proto slasher que se nos puedan venir a la mente solo “Bahía de sangre” del gran Mario Bava es anterior a esta cinta que nos ocupa, la cual tiene altas dosis de sangre y erotismo, por cierto. Además de ser una de las precursoras en mostrar a un killer mutado, o desfigurado. Por lo que solo me queda que reivindicar este título desde ya.
Y es que Jim O’Connolly cuenta con un guión propio basado en una historia de George Baxt, en el cual entremezcla el gótico de la Hammer, especialmente en el diseño de producción y en los decorados, toques, pequeños, del giallo italiano, aunque he llegado a leer a gente comentando que es una especie de giallo a la inglesa, nada más lejos de la realidad, y el de asesinos norteamericano. Así tenemos un proto slasher, insisto, que si bien tiene bastantes carencias, a cualquier aficionado a este maravilloso subgénero le apasionará.
El reparto está formado por Bryant Haliday, visto en “Devill doll” en 1964, entre otras, el rudo Jack Watson, Mark Edwards, que participó también en “Sangre en la tumba de la momia” en 1961, Derek Fowlds, de “Frankenstein creó a la mujer” en 1967, un joven Robin Askwith que protagonizaría al año siguiente “Horror en el hospital”, y las bellas Jill Haworth y Anna Palk.
Y entremos en lo que nos ofrece este título. Pues bien, decir que ya desde el principio tenemos desnudos y sangre, realmente bastante para la época. De hecho, empezamos con un par de escenas, para ir entrando en la trama, realmente chocantes. Que nadie me diga que el rodar de una cabeza cercenada por las escaleras era algo visto a menudo en esa época.
Así a los 10 minutos de metraje no sabemos muy bien que nos deparará esta “La torre del diablo”. Porque durante la primera media hora tenemos unos ciertos desbarajustes en la trama, insisto que el batiburrillo de estilos no es en absoluto gratuito. Así, tendremos sesión de luces estroboscopicas, con unos flash backs bastante interesantes, y la presentación, mas al uso posible, del grupo de protagonista de la película.
Y estos no son más que un grupo de profesores que buscan unos tesoros en la isla donde se han producido unos crímenes, vamos, que seguimos mezclando, en esta ocasión el mito de La Momia. Y sí, O’Connolly quiso tocar un poco de todos los palos, qué le vamos a hacer.
De hecho, su dirección es bastante inglesa, muy deudora del estilo Hammer, algo bastante normal debido al gran éxito que cosechaba la productora británica.
Los decorados cumplen bastante bien, aunque vistos a día de hoy parezcan, en algunos momentos, paneles de cartón pluma sin más, pero tampoco seamos quisquillosos.
La fotografía también cumple, aunque sea algo plana, al igual que la banda sonora, la que enfatiza algunos momentos con subidas de volumen más que tratar de crear una atmosfera para todo el metraje, aunque este matiz no queda del todo mal. Pero quizá el gran pero técnico sea la floja dirección de O’Connolly, si hubiese sido más valiente, todavía, tendríamos un título de culto, aunque ya lo sea en algunos sectores.
Las actuaciones están algo descompensadas, aunque más bien esto es debido a los flojos perfiles escritos por O’Connolly. Así, ambas mujeres son muy distintas, y hasta su devenir dentro de la trama varía en exceso y se vuelve algo increíble. Me sorprendió mucho el papel de Mark Edwards, que es el “bueno y listo”. Y es que este personaje va de menos a más y de nuevo a menos, son realmente extraños sus vaivenes argumentales. Aunque hay que apuntar que todo el elenco cumple, la escuela inglesa rara vez falla.
Sí me sorprendió el trato dado al culto a Baal, el cual pasa algo de puntillas hasta el tramo final, donde, por otra parte, tampoco es que tenga demasiado peso específico en la cinta. Por lo que la trama está, prácticamente, en la resolución de las muertes del inicio, y del poder de supervivencia de nuestros protagonistas. Y aquí empiezan a aparecer más y más elementos del futuro slasher, hasta tal punto de tener un par de deformes que harán las delicias de cualquier aficionado.
Un servidor no se pudo creer la aparición de estos personajes, he de reconocer que me maravillaron, qué fácil soy a veces.
De hecho, el truco del final , que se explotaría hasta la saciedad en los gloriosos ochenta, queda genial, aunque la resolución de todo el asunto, y os podéis imaginar la muerte de quién, es algo chabacana, pero cumple, qué demonios.
Solo eché en falta que el gore fuese algo más gráfico, pero estando en Inglaterra no podemos pedir mucho más, y, de hecho, lo visto es suficientemente gratificante.
Por lo que estamos ante un proto slasher inglés a tener en cuenta y a reivindicar. No es una joya, ni muchísimo menos, pero es una de esas maravillas olvidadas que merecen un visionado aún con todas sus faltas, que no son pocas. Yo, como apasionado del slasher, he disfrutado este título enormemente, aun a sabiendas, me repito, de que es un producto flojo que tiene demasiados desbarajustes por parte de su director. Por cierto, estamos ante una cinta tan olvidada que tuvo una reedición en 1981 tratando de lanzarla como una falsa secuela de “La niebla” de Carpenter. ¡Hay que darle una oportunidad!
Óscar Arias
La Mansion del Terror - 7.3
7.3
Género; Slasher